Gran porcentaje de nuestro cuerpo está compuesto por agua. Este líquido cumple funciones vitales en nuestro organismo: es fundamental en la reparación de los tejidos del cuerpo, ayuda a mantener una adecuada temperatura corporal y es imprescindible para las reacciones químicas que permiten que las sustancias que consumimos se transformen en energía.
El contenido del agua en el cuerpo depende de la edad y la actividad metabólica de ese organismo. Pero siempre transportará los nutrientes en la sangre y ayudará a eliminar los desechos metabólicos.
Sin embargo, para que el agua pueda cumplir todas sus funciones vitales y poder mantenernos saludables debe haber llevado un tratamiento para ser agua potable. La calidad del agua que consumimos es de crucial importancia para la salud. ¿Y qué pasa si el agua que consumimos no está potabilizada?
El agua sin potabilizar puede contener millones de microorganismos patógenos. Algunos de ellos son eliminados en las primeras etapas del tratamiento de agua potable. Sin embargo, hay sustancias y bacterias que requieren el proceso completo de potabilización para ser eliminadas y prevenir que el agua sea dañina para nuestra salud causando virus y enfermedades. Hay contaminantes que pueden estar presentes en el agua que generan problemas en el hígado, dificultades reproductivas y hasta consecuencias fatales para una persona que posee un sistema inmune débil.
Este líquido resulta tan importante que nuestro organismo es incapaz de soportar una pérdida de agua del 20%: sin agua no puede haber orina ni transpiración en el cuerpo por lo tanto, tampoco eliminación de los productos tóxicos del metabolismo. De ello deriva la necesidad de beber por lo menos 2 litros de agua al día. La cantidad de agua en el cuerpo humano, así como la concentración y distribución de iones, deben mantenerse constantes. Y, consumiendo esta cantidad de agua, es completamente necesario para nuestra salud que esté potabilizada.