Muchas personas en sus hogares hierven el agua durante unos minutos con la convicción de estarla purificando por completo. La verdad es que este procedimiento sólo mata las bacterias y microorganismos que se encuentran en el agua, pero el agua puede contener otros compuestos como arsénico, metales, pesticidas u otros contaminantes que pueden ser igual o más peligrosos que las bacterias.

Es por esto que se necesita un proceso que cuente con todas las etapas necesarias para que el agua pueda ser bebida. Estos son algunos consejos para el tratamiento de agua potable:

El primer paso es la desinfección o coloración. Tenga en cuenta que según la Organización Mundial de la Salud la concentración de cloro libre en el agua tratada debe estar entre 0.2 y 0.5 mg/l (ppm). El segundo paso es el filtro de sedimentos que elimina los sólidos suspendidos en el agua. A continuación se realiza la etapa de carbón activado. En este etapa se eliminan los pesticidas, plaguicidas y otros contaminantes orgánicos. Es recomendable que la cama de carbón activado se reemplace al menos una vez al año para evitar que la eficacia de la eliminación de cloro disminuya y los contaminantes que el carbón había retenido empiecen a descargarse de nuevo en el agua. Los siguientes pasos son el intercambio ionico, osmosis inversa (necesaria sobre todo para mejorar el sabor del agua), la luz ultravioleta, la ozonización y por último el almacenamiento y utilización.

Los métodos que usted elija para purificar el agua dependerán de cuánta agua necesite, del tipo de contaminante, de cómo la almacenará y de los recursos disponibles.

Recuerde que la capacidad de la planta debe ser mayor que la demanda máxima diaria, si no se cuenta con gran capacidad de almacenamiento.

Además, una planta de tratamiento no debe parar su operación en ningún momento, por eso es necesario como mínimo dos unidades para cada proceso de la planta en caso de avería o mantenimiento de algún componente.